miércoles, 23 de enero de 2008

DEL AMOR AL ODIO, III PARTE Y FINAL

Marzo, 2007: La verdad

Intenté terminar esta historia antes de que acabara el 2007. Algo así como un cierre emocional voluntario. Lástima que no haya podido hacerlo. Fui absorvida por el estudio, los exámenes finales, la titulación, Navidad, Año Nuevo...
Nunca es tarde, dicen.

Despúes del fin, decidí que no le iba a hablar más. Sólo lo justo y necesario.
Una muy buena amiga en común me contó que él tenía la intención de invitarme a tomar un café y conversar, que estaba muy interesado en ser mi amigo. Eso nunca ocurrió.

Un fin de semana de ociosidad frente al computador. Se me ocurrió meterme a su fotolog. Sí, lo tenía desde varios años atrás. Pero yo no existía en ese mundo: nunca hablaba de mí, nunca una foto juntos, nunca nada.
Lo primero que vi fue una foto de él, abrazando a alguien que yo no conocía. Leí los post, había uno sugerente de algo más que amistad. Así llegué al fotolog de ella. Tenía miles de fotos con él. He ahí la madre del cordero.
Sentí algo extraño, como ganas de vomitar, como la garganta apretada. Angustia. Llamé a una amiga, me fui a su casa y le mostré el hallazgo. Ella se puso a ver más fotos. Había una del 14 de febrero, en que salían juntos, regalándose rosas rojas. Eso había sido 6 días después de terminar conmigo.

Fue la primera vez que lloré.
Y no fue porque lo amaba, porque lo había perdido, sino porque me sentía humillada, engañada. En otras palabras, sentía que se había pasado por la raja mi persona. ¿Por qué no fue capaz de decirme la verdad? Yo hubiera entendido, lo juro. ¿Hubiera dolido menos? No lo sé, pero al menos habría sentido que el respeto y la consideración que nos teníamos aun existía.

Lo encaré. Lo mande al infierno. Le dije que me arrepentía de haber estado tanto tiempo con una persona tan mentirosa y poco noble como él.
Silencio. Eso fue lo único que obtuve.

Y dejamos de hablar. Nos tocó una rotación de 6 semanas juntos. Era insoportable. Y mi única manera de relacionarme con él, era a través del castigo: lo trataba con la punta del zapato, lo ridiculizaba frente a los demás.

El último día de esa rotación sería la última vez que estaríamos juntos. El semestre restante no nos toparíamos y desde ahí, nunca más.
Ese día conversé con él. No lo mande al infierno esta vez. Sólo le dije como yo me sentía y lo decepcionada que estaba de él. Insistió en mi amistad. La negué.

El resto del año no lo ví. Me topé con él en la titulación, estaba con ella.
Su familia me saludó, me regalaron rosas y una tarjeta. Me decían lo mucho que aun me querían y lamentaban que las cosas hubieran terminado así. Me sentí bien. Yo aun le tengo mucho cariño a su familia.

¿Hoy? No tan bien. Ya no lo veré nunca más. Al menos eso creo, aunque el destino suele a veces jugar malas pasadas.
Lo que me preocupa es que aun no puedo pasar del odio a la indiferencia, el paso final. A veces le deseo mal. Sé que no es correcto. No puedo evitarlo.

Sigo sola. Trabajando eso sí. Estoy en la urgencia del consultorio de Cartagena. Me gusta el ambiente, amo el mar. Me gusta lo que hago.
Espero la llegada de la indiferencia.
Y sigo matando por un abrazo.